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La Sabiduría Recobrada

  • Writer: Macarena Chavez
    Macarena Chavez
  • Apr 16, 2020
  • 4 min read

Este libro inicia con una maravillosa frase de Marco Aurelio donde determina que la única manera sensata de vivir del ser humano es sin duda, la filosofía. La filosofía fue considerada durante mucho tiempo como el camino por excelencia hacia la plenitud. Nació como arte de vida y lograr el pleno autodesarrollo alrededor de los años 600-400 a. C, principalmente en la antigua Grecia, India y China. Incluso, llegó a ser concebida como terapia o remedio para las dolencias del alma. Sin embargo, fue progresivamente abandonando su maravillosa función terapéutica, llegando tristemente a convertirse incluso en una mera disciplina académica, donde hay poco énfasis a la búsqueda de una vida plena.


Por tanto, la autora Mónica Cavallé finalmente centra su libro en las dos corrientes de la filosofía: La que se enseña en las aulas y la real, la verdadera, la que busca la sabiduría, la que intenta inspirar más que explicar. En las últimas décadas, es la psicología de la disciplina que ha relevado hasta cierto punto el verdadero significado de la Filosofía, especialmente la Psicología Humanista, fundada por Carl Rogers y Abraham H. Maslow, misma que basa su estudio en el conocimiento profundo de uno mismo. Aunque hay quienes afirman que la filosofía está tomando un segundo auge y retomando su función como maestra de vida.


Las referencias en las que Mónica Cavallé se basa inician desde la filosofía presocrática, el estoicismo romano, el pensamiento taoísta, el hermetismo, el pensamiento índico como las Upanishad e incluso el budismo Zen.


Cuando nos cuestionamos acerca de la utilidad de la filosofía, debemos distinguir entre dos tipos de utilidad:

Extrínseca: Nos concentramos en ella solamente para obtener un fin, es decir, debido a sus resultados y para generar resultados prácticos. Se relaciona con “tener”.

Intrínseca: Cuando el medio es ya el fin. Como, por ejemplo, contemplar la belleza, amar, jugar, etc. Se relaciona con “ser”.


Un filósofo se consagra desinteresadamente a la indagación de la verdad, a encontrar las claves de su existencia, a encauzar el impulso humano a la verdad. Un niño sabe disfrutar “naturalmente”, sabe ser feliz, sabe disfrutar su infancia, el juega “simplemente porque sí” y en la medida en que vamos creciendo vamos perdiendo esta capacidad, ya que nos dejamos llevar por la sociedad, intentamos con todas nuestras fuerzas “saber” para triunfar, para estar al día, para vernos como intelectuales, para tener conocimientos que exhibir, pero tristemente no lo hacemos para ser felices.


Existe una distinción entre las necesidades del ser y del estar:

Utilidad existencial: Es todo aquello que necesitamos para nuestro existir o estar en el mundo, como el alimento, vestido, cierta cosmovisión para orientarnos en el mundo, etc. Además, existe la alegría y dolor existencial. Como ejemplo de alegría existencial podemos mencionar; al experimentar hambre y saciamos dicha necesidad, nuestro cuerpo nos lo agradece con el sentimiento de saciedad.

Utilidad esencial: Es todo aquello que necesitamos para alcanzar un grado óptimo de ser, que es lo que nos remite a nuestra esencia íntima, fortaleciéndola. Hay alegría o dolor esencial que nos da la medida de cuál es nuestro grado de cercanía con respecto a nuestro propio centro, a nuestra verdad íntima, que pulsa por expresarse en nosotros.


El triunfo del “ser” sobre el “tener”. Es solamente cuando entendemos estos dos conceptos a profundidad, cuando comprendemos la razón por la cual existen en este mundo personas que materialmente parecen tenerlo todo y sin embargo experimentan una sensación de vacío. En contraste, conocemos personas con recursos económicos escasos que mantienen conexión con su ser más íntimo y tienen esa paz mental que mucha gente se encuentra buscando. Razón por la cual, lo único que puede satisfacer nuestras necesidades esenciales son la verdad, la belleza y el bien.


Menciona Mónica Cavallé que la filosofía genuina no se puede “tener” porque es una función del “ser”. Para ello será necesario transformarnos profundamente. Si queremos saber si alguien es un buen filósofo, no debemos limitarnos a escuchar lo que sabe, esto sería como preguntarle a un gimnasta ¿cómo le va? y nos mostrara sus pesas. Son más bien sus impulsos, repulsiones, deseos y rechazos los que debemos analizar.


El Tao es la fuente y el curso de la vida (Lao Tse, Tao Te King). Antes que el cielo y la tierra, existía ya algo completo en sí mismo, quieto y profundo. Solitario, inmutable, autosuficiente e inagotable, se le podría llamar “Madre Misteriosa”. No se conoce su nombre. Mónica Cavallé lo describe como el Tao. (Lao Tse). Desde sus inicios todas las grandes tradiciones sapienciales han hablado de un principio único, esencia y sustento último de cuanto es, e inteligencia rectora del cosmos. No se trata de un postulado teórico, sino que el mundo físico es su rostro. Este principio único fue denominado por el pensamiento griego antiguo como Logos, por el pensamiento índico como Brahman, por el pensamiento extremo-oriental como Tao, por el pensamiento hermético (Egipto) como el “todo”.

En el cosmos nada es, todo está siempre dejando de ser o llegando a ser. La única constante de este grandioso espectáculo es la falta de permanencia, el cambio, la fugacidad. De ello se deriva que las manifestaciones que constituyen este mundo mudable han de ser la expresión externa o la apariencia de algo que no deviene, de una realidad sustancial y permanente, que es en sí y por sí, autosuficiente y completa en sí misma.

El mundo es la evidencia del Tao, que se manifiesta como “mundo”, no es un objeto o una “cosa”, es asimilable a Dios en cierto sentido. Hay una única inteligencia, todo está vivo, todo es inteligente. El Tao es inteligencia y vida, es “logos” o “razón”.


Ahondando en nuestro interior, nos encontramos con nuestro verdadero ser. Cavallé lo llama el Yo universal; Jung, el selbst o sí mismo. El camino para llegar al “yo universal” corresponde al proceso de individuación de Jung. Es un camino de desidentificación con toda imagen, pensamiento o creencia que nos ha definido hasta ahora. Es un camino de autoconocimiento que va más allá de toda imagen que podamos tener de nosotros mismos.

Se muestra como la tensión entre el “Yo superficial”, el que creo ser, que quiere mejorar y el ideal de “Yo que quiere lograr ser”, y que define nuestra razón de vivir. Sin embargo, en el abandono de ser así o asá o de llegar a ser así o asá, está el crecimiento, la posibilidad de realización de nuestro potencial en su multiplicidad de formas cambiantes.


Bibliografía

Cavalle, M. (2006). La Filosofía Recobrada. Madrid, Oberón (Grupo Anaya), 2002; Madrid, Martínez Roca (Grupo Planeta), 2006; Barcelona, Kairós, 2011. Mursia, Milano, 2013.

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